Ella, simplemente, se sentia sola

Cada noche dormía abrazada a su almohada, recordaba canciones que ya no se escuchaban en la radio, pues habían quedado pasadas de moda. Retorcía mechones de pelo en el dedo para hacer tirabuzones al soltarlos, pero nunca se quedaban, tenía el cabello demasiado liso.

Cada noche miraba por su ventana, esperando que un príncipe azul entrase por ella, pero eso no iba a ocurrir, ella lo sabía, por eso la ventana siempre estaba cerrada.

Cada noche se preguntaba qué podía hacer al día siguiente que fuese mejor que el anterior, qué podía hacer para ser un poco más feliz, pero no encontraba nunca la respuesta, simplemente hacía lo que le parecía bien cuando llegaba el día siguiente.

Aunque cada día andaba por la ciudad, se sentía sola, no importaba cuanta gente la rodease. Ella, simplemente, se sentía sola.

Siempre miraba a su alrededor, pero solo encontraba cuerpos de vacío espíritu y que le causaban poca emoción, no importaba cuan divertidos, inteligentes o guapos fueran los chicos, también eran solo una carcasa, no un príncipe perfecto.

Cada noche se refugiaba en un mundo diferente, un mundo que estaba detrás de una pantalla, llena de desconocidos que algún día podía llegar a conocer, pero no tenía tampoco interés.

Cada noche se refugiaba en un personaje de fantasía en un mundo creado por ella, donde otras personas, también solitarias, podían unirse con sus personajes y hacer como si nada más existiese.

Cada noche era una aventura, un lugar, un personaje con el que hablar, quizás, el único sitio donde podía tomar confianza con los demás y empezar a buscar algo más.

Fue entonces, con el tiempo, que se dio cuenta. Su príncipe azul no existía, ella era un príncipe pero en el cuerpo y con los valores de una mujer, era más que un príncipe.

Cada noche esperaba que algo sucediese, pero todo se volvía monótono lentamente, empezaba a parecerse al mundo real, pero detrás de un monitor que mostraba las letras aparecer según las presionaba en su teclado.

Sin embargo, todo cambió de nuevo, quizás no vendría su príncipe nunca jamás, pero sí vino una princesa, eso fue más que suficiente, eso fue el todo que necesitaba.

Cada noche ya no abrazaba la almohada. Cada noche ya no miraba por la ventana. Cada noche se sentía menos sola. Cada noche era, de verdad, una aventura, en un mundo real, aunque detrás de una pantalla por culpa de las distancias.

Y es que no vale la pena esperar a un príncipe perfecto, solo hay que serlo y esperar a la persona perfecta para ti, es más, no necesita ser perfecta, solo ser ella misma.